



Las aventuras de Teo en Cajatambo
La noche antes del gran viaje, el corazón de Teo, un schnauzer guía aventurero, latía como un tambor. Mañana, junto a su grupo, emprenderían la aventura del Tour Guñog en Cajatambo. Teo, con su barba blanca y cejas pobladas, se sentía el líder de la expedición, aunque su humana, Adriana, era quien sostenía la correa. La mochila de Teo estaba lista: galletas, su chaleco favorito y una pelota, por si la urgencia de jugar se presentaba.

Día 1: La Conquista de Cajatambo
El reloj marcaba las 4:00 am cuando Teo, aún adormilado, sintió la emoción en el aire. Desde el punto de partida, subieron a la van. Teo se acomodó en el regazo de Adriana, y en poco tiempo, se había quedado profundamente dormido, soñando con montañas y vientos de altura.

Al despertar, la van se detuvo. Eran las 9:00 am y el olor a pan recién horneado invadió su nariz. Estaban en Churín. Mientras su grupo devoraba el desayuno, Teo exploraba la zona con su olfato. Un toro de gran tamaño, lo miró con curiosidad. Teo, en su modo «perro guía», le hizo un gesto de «aquí estamos de paso bro» y siguió su camino, buscando migas caídas. A las 11:00 am, la van se puso en marcha de nuevo, dejando atrás la ciudad de Churín.
La verdadera aventura comenzó a las 12:00 pm. La van subía y subía por un camino de tierra. De pronto, se detuvieron. Estaban en la Laguna de Tucto, a 4800 msnm. Teo, al bajar, sintió un aire tan frío que sus bigotes se movieron. Un poco mareado por la altura, se sentó sobre una roca, mirando su reflejo en la laguna. Parecía un pequeño explorador en un paisaje gigante. De repente, una ráfaga de viento le voló el gorro a Adriana, y Teo, instintivamente, corrió tras él. Tras una carrera cómica, donde el gorro parecía bailar en el aire, Teo lo atrapó y lo devolvió a Adriana, recibiendo un «¡Buen chico, Teo!» y una caricia que le calentó el alma.
A las 2:00 pm, llegaron a Cajatambo. El olor a comida tradicional era irresistible. Teo se sentó pacientemente bajo la mesa mientras el grupo disfrutaba del almuerzo. De vez en cuando, Adriana le deslizaba un pedacito de carne fresca, que Teo atrapaba en el aire con una habilidad asombrosa. A las 3:00 pm, se instalaron en el Hotel Tambo del Inca. Teo se sintió como un rey al ver la cama, aunque sabía que no podía subir. Se acurrucó en la alfombra, soñando con las montañas.
La tarde estuvo llena de acción. El city tour a las 4:00 pm fue el momento más divertido para Teo. En la plaza de armas, persiguió una paloma que parecía entender el juego. En los caminos del inca, Teo decidió que las piedras eran un obstáculo para un perro de su estatus, así que se subió a la espalda de Adriana, quien, entre risas, lo llevó como si fuera su mochila. Los viajeros se reían y tomaban fotos de las ocurrencias de Teo, quienes ya lo adoraban. La vista del sunset cajatambino fue espectacular, pero Teo, con el corazón contento, solo pensaba en la cena. En ese momento, Teo miró a la luna que comenzaba a asomarse y recordó a su hermanito mayor que lo cuidaba desde el cielo, Teo mayor.
La cena de confraternidad a las 7:00 pm en el café bar ANTAY fue un festival. Mientras el grupo disfrutaba del karaoke, Teo se acercó al escenario. En un momento en que la música paró, Teo emitió un «woof» prolongado y melódico. La gente aplaudió y se rió, pensando que era parte del show. Teo, sintiéndose una estrella de rock, se retiró a su rincón a saborear su porción de croquetas y verduras, mientras pensaba en su presentación en el concierto de la noche.

Día 2: Las Aguas Mágicas de Guñog
El despertador sonó a las 4:30 am. Teo saltó de su cama, listo para la siguiente etapa. A las 5:00 am, ya estaban en la van, rumbo a Guñog y Viconga. La carretera era de tierra y Teo, que dormitaba, se despertaba cada vez que una curva lo hacía deslizarse.
A las 7:30 am, llegaron a los baños termales de Guñog. Teo se acercó al vapor que emanaba de las piscinas, olfateando con curiosidad. El desayuno fue al aire libre. Un pedacito de queso cayó de la mesa de Adriana. Teo, en un movimiento rápido y sigiloso, lo recogió antes de que alguien se diera cuenta. Fue su recompensa por ser un buen perro.
El trekking hacia la laguna de Viconga a las 8:15 am fue un desafío para Teo. Subir por senderos empinados con rocas sueltas era difícil, pero Teo no se rendía. En el camino, Teo aprovechó para refrescarse en los pequeños riachuelos que fluían por la ruta, chapoteando y salpicando de alegría. Los viajeros, encantados, lo observaban y le sacaban fotos. En la cima, al ver la laguna, Teo dejó escapar un «woof» triunfal. A las 10:30 am, el grupo comenzó a regresar a los baños termales.

A las 11:30am, el momento más esperado: el ingreso a las piscinas. Los viajeros, agotados por el trekking, se sumergieron en las aguas termales. Teo, siendo un perro responsable, sabía que la temperatura de las piscinas no era segura para él, así que se sentó al borde y miró a los demás disfrutando el momento, satisfecho de haber sido un buen perro guia. Los viajeros, al verlo, lo acariciaron y le dijeron que era el perro más valiente de todos.
El almuerzo a las 12:30 pm fue rápido. Teo, exhausto pero feliz, se durmió bajo la mesa. A la 1:30 pm, era hora de regresar. El camino de vuelta fue largo y Teo, acurrucado en el regazo de Adriana, soñaba con todas las aventuras que había vivido. A las 10:00 pm, la van llegó a Lima. Teo, cansado pero con la cabeza llena de historias, bajó del vehículo, listo para descansar en su cama, sabiendo que, sin importar a dónde fueran, él siempre sería el guía más perrón de su manada.
